El agua de un río se cansa de ser fría y transparente, y le pide a Dios convertirse en fuego para ser hermosa y purificadora. Dios le responde en una carta que ella cumple un rol importante preparando el camino para el fuego y bautizando a los niños, y sólo el agua puede reflejar el rostro de Dios. El agua comprende que su identidad como agua es valiosa.